sábado, 7 de marzo de 2009

Reír

Hace algunos años, en una charla de parque un compañero se burlaba de los textos de Karl Marx, señalándolos como “mamotretos” o “ladrillos” que encasillaban ciertamente al lector en un dogma mecánico y débil en términos literarios. Marx, según él, aburría tanto, que lo situaban en los límites de la depresión. Extrañado, y un tanto imbuido por la sospecha de una lectura parcialísima de mi amigo, increpé su exposición bajo todo riesgo de ser considerado retrógrado. Estaba rodeado de impetuosos intelectuales de vanguardia, que denostaban a carcajadas todo aquello que no les sonara a orgiástica anarquía. Pero tenía que hablar y así lo hice: El Marx del 18 Brumario de Luis Bonaparte, de la Crítica al Programa de Gotha, lejos de ser aburrido, está cargado de una ironía desternillante; Son libros de fácil lectura y de gran deleite porque el humor es pieza clave de su discurso. Prácticamente son lecciones de humor político, a través de los cuales Marx propone burlarse del capitalismo; el disfrute como elemento integrante de la crítica económica, vale decir: el humor como arma retórica. Las burlas de mis compañeros no tardaron en estallar, y ya previendo la derrota total en mi intento persuasivo, decidí apurar el mal trago y advertir que el materialismo dialéctico en modo alguno desprecia la subjetividad, ni la libertad individual, ni el derecho a proponer al Chapulín Colorado como adalid del anarquismo modelo siglo XXI que ellos pregonaban (no me atreví a llamarlos postmodernos). Marx, proseguí, propugna un mejor modo de producción, entre otras cosas, para satisfacer las demandas anímicas de la población, lo espiritual es de primordial importancia para el materialismo Marxiano; La satisfacción de deseos, el bienestar espiritual, es más que evidente en los textos que tanto defiendo; Marx también advirtió la existencia del inconsciente y la de un inconsciente colectivo, etc....Y terminé mi inútil disertación agobiado por el abucheo de algún amigo que quizás había leído mucho sobre Marxismo pero que tal vez no había leído a Marx. Sucede algo similar con aquellos, que como yo, despotricamos del Maoísmo, sin leer a Mao, de pronto, por temor a leer a Mao.
Tiempo después, al candente ritmo que proporcionan unas buenas birras, instigué a mis anarcoadversarios modelo XXI, con preguntas sobre generalidades de algunos trabajos de Marx, a lo cual respondieron con titubeos; indagué entonces sobre qué libro habían leído, y reconocieron con lujo de prevenciones, que ninguno. Los invité pues, a disfrutar algún texto de los ya relacionados, y ellos con diestra sagacidad, afirmaron: No vamos a leer ningún mamotreto aburrido. Vea pues, ahí quedé.
Aclaro que respeto a ultranza al Chapulín Colorado, pero como mentor del Anarquismo, sigo prefiriendo a Bakunin, qué voy a hacer…
Pues nada, proponer la siguiente lectura sobre el humor como fuerza des-alienante y como remedio para las depresiones, las angustias y los miedos, diestramente administrados por los de arriba:

Risas y sonrisas de Karl Marx
Otra risa es posible... contra la alienación

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Fundación Federico Engels


“No podemos abordar el humor comunista o rojo sin subrayar su subalternidad frente a su contraparte cultural, la trágica seriedad de su tradición política. Un desencuentro entre lo serio y lo no serio se afirmó en la vida política de las organizaciones marxistas de la segunda y la tercera Internacional. Lo serio como modo de expresión se volvió hegemónico en el seno de la cultura política de la izquierda socialista, no obstante la tradición legada por el propio Marx sobre la fuerza de la ironía, el humor y la sátira política”.1

¿Tienen sentido del humor los marxistas?: ni todos, ni siempre.

“la historia se repite primero como tragedia y después como comedia”. Marx


Que la risa se vuelva una practica des-alienante, que ayude a pegar saltos cualitativos de la conciencia, que combata los miedos, las angustias y las depresiones... que ayude a derrotar las maledicencias de la miseria y la barbarie y, en fin, que haga brillar la alegría y la inteligencia, tiene su chiste. Entre los efluvios liberadores de cierta risa, insuflada con rebeliones de la conciencia, puede sucumbir rápidamente el “logos” burgués. El sentido del humor era un rasgo característico de Marx y lo ejerció con inclemencia toda vez que se puso a modo algún frente de la teoría o de la práctica.

Se trata de un arma poderosa en la lucha de clases que puede prestar servicios invaluables para ganar la guerra simbólica (y no sólo) gracias a un repertorio, casi inabarcable, de matices, contrastes y consecuencias cualitativas en la conciencia de clase y en el fortalecimiento de la moral revolucionaria. No es lo mismo lo que mueve a risa a la burguesía que la risa del proletariado, como no han sido iguales la educación, la alimentación, la calidad de la vida ni la distribución de la riqueza. Marx lo sabía. “El modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

Sabía por ejemplo que la risa ayuda a desnudar, con la elocuencia de sus rictus y convulsiones, el fardo se absurdos agobiantes que endurecen nuestros rostros y desvencijan, con mal humor, las cejas y el arco de los labios. Sabía que la risa inteligente actualiza lo mejor del sentido del humor sin agotarlo, lo exalta y lo potencia, para fracturar la médula la solemnidad burguesa a punta de carcajadas. Dime de qué te ríes y te diré quién eres. La risa suele no ser estudiada por los filósofos pareciera que la risa juega un papel importante en la vida pero no en el pensar “serio”.

Es falso que Marx no tuviese sentido del humor.

“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.” (El 18 brumario de Luis Bonaparte, 1851-52)

Marx tuvo un sentido del humor especial lleno de ironías. Contra todo pesimismo o abatimiento. Para desalinearse la humanidad, pensó Marx, necesita terminar con la propiedad privada. Sólo que esa propiedad privada –las herramientas que producen riqueza y la riqueza misma- convertidas en Dios de un sistema económico, parecen intocables. Para cierto grado de la conciencia alienada no es posible ver, ha sido invisibilizado el hecho de que la riqueza, las cosas, las producen los trabajadores que son sus dueños verdaderos. Dicho de manera simplista. La risa rebelde es una fuerza des-alienante magnífica para demoler ese Dios y hacer visibles los medios y modos con que la humanidad puede devolverse la riqueza que produce su trabajo y, con ello, ayudarse a reencontrar el camino de su desarrollo, esta vez sin patrones, sin amos, sin que otros le inventen su destino. "El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan."

Cierta risa, que no se deja estereotipar, nos rescata de las marañas de la solemnidad, orada sus “causas primeras” y también los discursos de las vidas burocratizadas. Hace boquetes por donde la vida misma se refresca. La risa delata. Reímos tal vez por supervivencia. Gracias a cierta risa clarificante sobrevivimos contra lo que amarga a la vida porque eso mismo merece tandas generosísimas de risa loca. La risa lúcida condensa modos para remontar la moral, la ética o la estética burguesa que es uno de sus caldos de cultivo. Que la risa haya sido satanizada, con no poca frecuencia, entre sofismas de toda índole, se debe incluso a cierto grado de peligro que es capaz de generar a quienes sueltan una carcajada irreverente. Sin duda, algo de lo más peligroso o atentatorio es que tal risa produzca efectos revolucionarios.

En muy pocas culturas se conoce la risa de las deidades. La risa suele omitirse y eso hace sospechar cosas de ciertos discursos hegemónicos que también, por su parte, mueven a risa -pero de otro tipo-. La risa tiene mucho de sabroso, eso es parte de su estética, si la ocultan suelo antojarse más. Hay risas que son amuleto de un reino delirante e inexplorado, delicioso y promisorio que contiene fuerzas capaces de actualizarse como símbolos para poner en peligro la estabilidad de lo dogmático, lo “normal” y lo “aceptado”. Es una risa que amalgama energías de índole insospechada para que la humanidad arremeta contra los reglamentos más tediosos de esas calamidades institucionalizadas furiosamente para amaestrar espíritus.

Marx sabía que hay cierta risa peligrosa para el statu quo porque desata en la humanidad entusiasmos diversos capaces de potenciar vitalidades de ánimo juguetón. Risa contra la solemnidad, la seriedad y esa dramaturgia burguesa que, muy seriamente, impone sus modos de producción mientras saquea a los trabajadores entre sonrisitas patronales de satisfacción. Claro que hay quienes se dedican a producir un tipo de “humor” al servicio de ridiculizar y herir con cinismo, terror y crueldad. El humor no es una solución mágica sino una habilidad asociada al equilibrio y la fortaleza emocional de los individuos, sus grupos y sus clases. Y hay que poner a juicio crítico todo lo que nos mueva a reír con base en insultos, vejaciones, discriminación y violencia.

Vivimos una cacería incesante en contra del reír libre, su naturaleza y sus efectos. La risa liberadora ha sido perseguida porque relaja la “disciplina” de una ideología alienante que tiene por baluartes el dolor, el sufrimiento y las culpas. Lo que suena a placer de los sometidos suena a pecado.

Nada se escatima para suprimir o controlar la risa rebelde, incluyendo la malversación de la propia risa, con formas estereotipadas cuya moraleja pertinaz es la estética del insulto, la denigración del prójimo y el manoseo misógino. Entre otras babosadas. Todo esto se hace pasar por “simpático” y la cultura de masas burguesa ha hecho de esto un orgullo que propaga desvergonzadamente. Hasta hay anunciantes o patrocinadores que invierten sumas impúdicas de dinero “chistoso” para que los “consumidores” se traguen el esperpento de un humor retrógrado que se camufla con piel de cordero y que sólo divierte a patrón. No es lo mismo jugar que ser juguete. Marx lo entendió muy bien.

Marx aporta siempre, sin obviedad, su sentido del humor irónico indispensable que deja ver al capitalismo como esperpento absurdo y tragicómico fabricante de tristezas enormes. Los trabajadores son también un generador de humor irreverente, a veces cínico, que suele expresar con amplitud el arco completo de los estragos alienantes, su penetración y extensión, frecuentemente ironizando con la realidad que mata de hambre y a palos. Como si fuese una clave narrativa la táctica del humor irónico en Marx se hace indispensable hasta para maldecid, sugerir y socavar clandestinamente, las instituciones morales y económicas burguesas incendiándolas con gasolina irónica que contrasta con la severidad científica de sus tratados. Incluso cuando Marx debía conseguir ingresos para la manutención de su familia, aprovechaba para no dejar prenda inmaculada. Su humor corrosivo siempre ha llamado la atención. Marx se reía hasta de lo sagrado, gracias a un humor que desnuda la sordidez del capitalismo sentido del humor repleto de rigor ético.

Se trata de un humor voluntario, no pocas veces azaroso, que propende a poner en evidencia los medios y modos absurdos de la vida burguesa. Desnudar el ridículo histórico de una crueldad concreta con un humor concreto, instintivo, taladrante, demoledor fortuito y voluntario…
prácticamente una revolución emocional inmisericorde
.
Marx esta más furioso y serio sin ser solemne su sentido del humor irónico genial requiere de una actitud irreverente para causar risa. Es así, en general, el humor de Marx que tiene estatutos de lucha irreconciliables con las cosmovisiones del humor burgués. Lucha que implica la alteración lógica, metodológica y psicológica de roles estructurales y super-estructurales y la derogación de toda autoridad moral, física o política burguesas. “Como ocurre con ciertos sucesos grabados por Francisco de Goya y Lucientes en una época de España descrita con su habitual ironía por Carlos Marx, cuando señalaba que ese país estaba dividido en dos partes, una que producía ideas sin actos y otra que producía actos sin ideas…”

Coninuar leyendo en el sitio original : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=61618

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