miércoles, 25 de marzo de 2009

Fragmento de la obra: "Tamerlán"

La obra "Tamerlán" del escritor colombiano Enrique Serrano, contiene un cúmulo de breves disertaciones sobre aspectos vitales de la vida humana, a través de un personaje histórico, asociado a la estirpe de Genghis Khan: Timur Leng, el Tamerlán,un guerrero turco-mongol que conquistó Asia Central y la región del Cáucaso en el siglo XIV. Por medio de una serie de misivas de un Visir degradado a cocinero, se narra las hazañas y reveses del conquistador, conectándolas con sus disposiciones de ánimo y su talante, vale decir, con los cursos de su personalidad. En los intersticios del relato histórico, el autor propone actualizar una serie de valores sustraídos de las filosofías orientales del Medioevo, como forma de enfrentar las adversidades del destino. No obstante, sería erróneo predicar del libro un mero producto literario post moderno, o un acicate más para "la nueva era" o para las supersticiones masivas que actualmente nos invaden. La espiritualidad, protagonista incuestionable del libro, se presenta como una forma de lucha por la vida, una elevación moral del ser humano por la mera empresa de trascender en planos cotidianos; cada vida es una guerra, el hombre está marcado por los conflictos, y está obligado a vencer , a resistir, a avanzar, a sortear la desazón de su época, en suma, a ser digno.
Tamerlán es una novela novela fluida y escrita con exquisita pluma; mística y vorazmente lúcida, con un ritmo y una estrategia narrativa tan vital, que recuerda inexorablemente, la fuerza moral que volcó Khalil Gibrán en su obra "El Profeta".
Cualquiera se sentirá "grande" y "capaz" al leer esta obra, asumirá que es mejor reir que preocuparse y hasta se hará con un arsenal "antidepresivo" para querer "vivificar el deseo". Empero, esta carga animosa, está férreamente vinculada a su contexto histórico y geográfico, y quizás el autor no pretenda otra cosa que rendir tributo a la personalidad del protagonista. Pero aún así, su lectura es placentera, y al menos, literariamente suma varios encantos.

Cito a continuación un par de párrafos del capítulo titulado:

EXORDIO SOBRE LOS MENESTERES DEL HOMBRE
Me cuentan que estás cansado y que tu ánimo se ha enflaquecido, y me preguntas por qué debes seguir con tus afanes en toda contingencia y a pesar de todo. No hay otra razón que ésta: porque te lo debes a ti mismo. Debes saber que todos tenemos horribles momentos, horas sordas y días aciagos. Sólo los imbéciles de nacimiento pasan los años felices sin un contratiempo ni una angustia ni una pena . A nuestros ojos parecen gozar siempre de sublime alegría. Pero, ¿acaso se dan cuenta? ¿Acaso se percatan de algo distinto de lo que llena sus escasas mentes y sus torpes voluntades?
Claro que no. Tan sólo los contrastes permiten comprender la diferencia entre la dicha y la desgracia. No hay más remedio que dejar ganar terreno a la tristeza cuando el mundo se derrumba ante nuestros pies. No hay consuelo más profundo que el sentir lo irremediable como algo necesario y purificador. Cuando el dolor se cansa de doler y la desazón afloja las cuerdas con las que nos tiene oprimidos, las cosas empiezan a importar poco y los seres a parecerse en la indiferencia. El alma se cansa de sufrir, las lágrimas se secan y nos hallamos de repente ansiosos por sonreír y restablecernos.
Por tanto, no es necesario más que el tiempo para curar alguna pena. Hasta la pérdida más grande descansa en el vacío cuando el recipiente que la contiene se quebranta. Desbordada, ya no tiene a quién doler y muere de desamparo. Recuerda que no eres el único en sufrir y que muchos dolores nacen del tedio y del deseo de tener alguno.
SERRANO, Enrique. Tamerlán. Ed. Planeta Colombia S.A. 2003. Primera edición en Colección Booket: feberro de 2006- Páginas 140, 141.
(Negrilla mía)

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